Primero asa las castañas. Pon en una bandeja unos 300 gramos de castañas sin pelar (con un corte para que no exploten). Hornea a 200ºC durante 20 o 25 minutos, dales varias vueltas a mitad del proceso. Apaga el horno, envuélvelas en un trapo, deja enfriar y pélalas.
Introduce las castañas en un cazo junto con la leche, la nata, el azúcar y la esencia de vainilla. Cuece 10 minutos a fuego medio, remueve de vez en cuando. Tritura bien y deja enfriar, quedará una textura bastante espesa como puedes ver en las fotografías.
Agrega la mantequilla en pomada y el queso mascarpone, bate bien con el turmix.
Echa los huevos de uno en uno y sigue batiendo hasta que no queden grumos ni trozos de castaña. Deja reposar esta mezcla de 20 a 30 minutos para eliminar las burbujas de aire más grandes.
Prepara el molde con un poco de mantequilla y harina para que no se pegue y precalienta el horno a 180ºC.
Echa la mezcla en el molde y hornea durante 45 minutos. Apaga el horno y deja la tarta dentro durante 5 minutos con la puerta entreabierta. Deja que enfría completamente antes de servir.
Consejos para la receta
El molde: Hemos utilizado un molde pequeño (20 centímetros) porque buscábamos una tarta con buena altura, puedes utilizar perfectamente el molde típico de 24 centímetros. No te asustes si una vez en el horno la tarta sube, es normal ya que al batir hemos introducido bastante aire en la mezcla y es muy difícil eliminarlo por completo, una vez fuera del horno bajará y quedará como en las imágenes (con algunos pliegues en los laterales).
La clave del éxito: La clave para que la tarta quede fina y agradable al paladar es batir bien la mezcla de castañas hasta que la masa final quede sin trozos, una tarta de castañas con tropezones no entra por los ojos y puede resultar demasiado basta. Ah! y no te preocupes si no podéis comerla en un día, ser conserva perfectamente.