Pon a calentar el horno a 190ºC con calor arriba y abajo (sin ventilador).
Remoja las placas de lasaña en agua caliente.
Prepara la bechamel
Calienta la leche en un cazo (cuidado que puede pegarse al fondo o despamarramarse).
Pon una sartén antiadherente a fuego medio. Derrite 50 gramos de mantequilla y añade la harina. Remueve constantemente durante un par de minutos.
Baja el fuego al mínimo, agrega la mitad de la leche y remueve sin parar con una varilla.
Cuando espese, añade el resto de la leche y remueve hasta que tenga una consistencia más o menos firme. Termina con sal, pimienta y nuez moscada al gusto. Pruébala y ajusta estos últimos toques. Reserva.
Ponte con la lasaña
Retira los tallos de las hojas de espinaca. Pon los 20 gramos de mantequilla en una sartén a fuego medio-alto. Añade las espinacas y saltéalas hasta que reduzcan y queden "compactas".
Retira el líquido sobrante y saca las espinacas a una tabla de cortar. Pasa el cuchillo por encima de ellas en varias direcciones, trocéalas hasta que queden bien finas.
Pon el queso ricotta en un bol. Añade las espinacas cortadas y mézclalas junto un cucharón de bechamel y unas pizcas de sal.
Monta la lasaña en una fuente de horno: coloca una capa de placas de lasaña, unas cucharadas de la mezcla de espinacas y un poco de la bechamel. Repite este paso hasta completar tres o cuatro capas.
Para terminar de montarla añade una capa generosa de bechamel por encima y queso rallado al gusto.
Hornea durante 30 o 35 minutos, hasta que esté bien dorada.
Consejos para la receta
Prueba de sal: un error frecuente es hacer la lasaña de espinacas y no probar las preparaciones a medida que las vas haciendo. ¿Resultado? Quedará insípida. Prueba la bechamel y la mezcla de espinacas con ricotta. Ajústala a tu gusto con sal, pimienta y nuez moscada.
Ojo con el queso: además de la ricotta es importante añadir el queso rallado en el paso final. Aquí puedes "jugar" con varias opciones. La apuesta segura es el queso parmesano, pero también puedes poner un buen queso curado o viejo. Que sea de calidad. A ser posible evita las típicas mezclas de quesos rallados que venden en los supermercados.