Limpia bien la naranja. Con ayuda de un pelador saca dos tiras finas de piel. Pon un cazo a fuego lento con la nata, el azúcar, la pizca de sal, la vaina de vainilla y las dos tiras de piel de naranja. Remueve de vez en cuando, no tengas prisa, es importante que vaya lento para que no se agarre al fondo. Cuando empiece a humear retírala del fuego, no debe llegar a hervir. Deja enfriar.
Echa las claras de huevo en un cuenco grande y «rómpelas» con ayuda de un tenedor (bate hasta que se mezclen pero sin añadir mucho aire). Pásalas por un colador fino.
Cuela también la nata templada para eliminar posibles impurezas. Mézclala con las claras.
Coloca seis vasitos pequeños en una bandeja profunda y rellena con la nata. Rellena la bandeja de agua muy caliente hasta la altura de la nata.
Hornea 55 minutos a 160ºC. Sabrás que está en su punto cuando al mover el vaso la panna cotta «baile» y tenga cuerpo.
¿Qué nata elegir?: La nata es la base de la auténtica panna cotta italiana, por eso debe ser de la máxima calidad posible. Si quieres conseguir el sabor tradicional de este postre, tampoco debes optar por la versión para cocinar ni diluirla con leche.
Los aromáticos: Aunque la versión auténtica no lleva aromáticos, este fantástico postre italiano se presta a ello. Puedes añadir vainilla y piel de naranja como hemos hecho nosotros pero también sería buena idea poner una ramita de canela.
¿Es muy dulce esta panna cotta?: Depende cómo seas de goloso pero no te recomendamos añadir más azúcar que el que hemos puesto nosotros. Es un postre de dulzor medio-alto que además se completa con el puré de frutas o coulís de frutos rojos.